Tiempo más tarde, trabajando en uno de los estadios de fútbol conocí a una joven. Recuerdo que aquel día también trabajaba Agnesca, una polaca que lleva la corbata un poco desfajada y el último botón de la camisa sin abrochar... ¡a lo que iba! Conocí a una joven alemana y por una casualidad, mi campo visual se cruzó son su campo nalgatorio. Se preguntaran que porqué digo esto. Pues lo digo porque me acuerdo. El amor a primera vista viene después... o no. Pues sucedió que varios turnos más tarde salí con ella y con Bartek, un compañero polaco, a tomar algo. Resulta que, aunque de ascendencia alemana y a pesar de hallarse su hogar en alemania, la joven nació y se crió en Rusia hasta los dieciocho años. Y hasta aquí puedo leer... solo diré que soy una gota de agua cayendo sobre una roca ruso-germana que parece erosionarse poco a poco...
He aprobado todas las asignaturas del primer trimestre y la agencia me está dando poco curro.
El pasado fin de semana, y más concretamente el viernes, estábamos en casa Fernando, Boni y yo. Boni esperaba a que Juliana viniera a recogerla para salir y Fernando y yo pululabamos por aquí y por allá sin ningún plan en absoluto. Llegó Juliana y se fue con Boni. Fernando y yo, tras despedirlas, no pudimos reprimir el gusanillo, nos miramos a los ojos y como si de un solo cuerpo se tratara, con una sola voz dijimos: ¿Qué? ¡Vamos a hacer algo! ¿no? Acto seguido bajamos a la tienda de comestibles a comprar bebibles. Tras una fase de garimbización moderada, los dos nos marchamos a un garito cercano. Dicho garito estaba prácticamente vacio, aunque algunas de las pocas mozas que allí había, nos trataron de seducir. Pero la situación no era propicia para el divertimento intelectual que nosotros buscabamos, así que decidimos marcharnos a una antro-cutre-mercadodelacarne-discoteca, curiosamente también cercana. Y fue allí, bailando yo como Tony Manero, donde se me acerco una joven mujer germana. Nos miramos, nos presentamos, bailamos y... NOS DIMOS UN ARRUMACO DE NO TE MENEES. Tras este forcejeo lingüístico, la muchacha hubo de partir, no sin antes anotar mi número de telefono. En aquel estado libidinoso en el que me habían dejado, encontré unos ojos que me miraban. Eran unos ojos polacos. Eran unos ojos de mujer... de mujer hermosa... ¡Qué noche la de aquel día! Coqueteamos y una vez tuvo que partir, ella quiso que yo le diera mi número de telefono. Así estoy de chuleta. Repartiendo mi número y si quieren que me llamen, que a mí me sobran los guayabos como ellas. La líbido ya me la bajé yo solo, pero esta sensación de ser un Paul Newman no me la baja ni Dios. ¡¡¡Tengo mojoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo00!!!