¿Sabes
algo que me encanta? Cuando sin saber cómo, llego a ese remoto
retiro que se halla entre la vigilia y el sueño; esa coincidencia en
el espacio y en el tiempo; allí donde la mente se aparta del
pensamiento y se vuelve ligera, primigenia, y se reencuentra con el
cuerpo para volver a ser feto en busca de la postura perfecta. Así,
siendo uno más que nunca, mi ser flota al pairo en un mar de relax,
de calma y de sosiego. Me encanta estar en ese lugar, que es un
rincón y es un mundo, que se esconde entre las hebras del tiempo y
se disfraza de instante, pero que se prolonga y se repite tantas
veces cuando estoy a tu lado. Hace ya mucho que, cada vez más y
más, en ese remoto paraíso, donde el silencio es sólo aparente,
resuenan como cantos de sirena todos los secretos de mi amor por ti;
los mismos secretos que a menudo he susurrado en tu oído izquierdo,
que los guarda con tanto celo. Entonces me dejo llevar y yo también
canto y repito como un eco: “te quiero, te quiero, te quiero...”
Allí el mundo se concentra en mí; en ti dentro de mí; en ti, mi
mundo. Porque en ese oculto retiro no hay nada si no estás tú. Por
eso, cuando estoy allí, no quiero estar despierto ni dormido; sólo
contigo. Solo. Contigo. Pero lo que más me gusta, Amor, lo que de
verdad me encanta, es cómo a veces, cuando estoy perdido en ese
limbo, tú me traes de vuelta
con
un beso, con una caricia o un suspiro, y al abrir los ojos te encuentro
tendida junto a mí, en tu propio retiro entre la vigilia y el sueño.
Sola. Quizás conmigo.