27 noviembre 2012

La madeja de lana. (Novela Negra)


Mi primera vez montando en el triciclo rojo; un golazo que marqué de falta cuando jugaba al fútbol sala que hizo temblar la portería; la cara de mis padres, mis hermanos, mis amigos, mis enemigos... en definitiva, la de todo aquel que alguna vez me importó por algún motivo... el que fuera; el polvazo con Irene, el mejor que he echado, y tantos otros que darían para hacer varias “pelis” porno; borracheras, vómitos, rayas de coca, galopadas a caballo; dos accidentes en coche; el tiroteo del “barrio ninja”, donde mataron a Antonio... Fue como un pase de diapositivas, miles de recuerdos que se agolparon en mi mente en aquel instante fatídico, cuando creí que iba a morir. Al sacarme el puñal de la barriga, comencé a ver como mi vida huía despacio, como un hilo rojo que se escurría entre mis manos y bajaba hasta el suelo por mi ropa. Me estaba desintegrando sin remedio, como una madeja de lana.

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Tócala otra vez, Sam. (Novela Negra. Finalista)

-Hoy no es mi día- me dije. Llevaba una hora sentado frente a la máquina de escribir y todo lo que se me había ocurrido eran infinidad de patochadas. Encendí otro cigarro, me levanté y me dirigí hacia la ventana para buscar algo de inspiración en la calle. Quería escribir una novela de “polis y cacos” y lo único que me venía a la cabeza eran frases gastadas por Humphrey Bogart y demás estrellas “hollywoodienses”. -Céntrate- pensé. -Ponte en situación-. Le di una larga calada al cigarro y fijé mi mirada en una joven pecaminosamente atractiva que desfilaba por la acera de enfrente. Aquellas nalgas sin duda las había esculpido el mismísimo demonio. Al cruzarse con el chico de los periódicos, éste debió decirle algo parecido a lo que yo estaba pensando, porque de un guantazo le voló la gorra. Dejé escapar una risita humeante por la nariz, apagué el cigarro y volví a sentarme frente al folio en blanco.

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