11 noviembre 2009

Entelequia de invierno para La Chica Corriente

Solo estrellas fugaces. Nada más veía durante mi noche; durante mi apagón. Luces de Bengala que durante segundos, escasos y miserables segundos, alcanzaban a sacarme de la negrura con que mi estro castrado me incapacitaba; instantes de milagrosa luminiscencia que se desvanecían engullidos por la oscuridad; pompas de jabón que quería coger con las manos y que sin remedio se desintegraban, no importa cuan delicado fuese al tocarlas.

S
ólo negro sobre negro. Así anduve a ciegas a través del tiempo burlón que se estiraba inquietantemente en un camino sin curvas. Pero hoy por fin he divisado un cometa en la tiniebla. Como en los mitos antiguos en los que las metáforas se disfrazan de dioses y ninfas, se me ha aparecido una chica con una antorcha. Es una chica corriente, una chica sin más. Pero porta la antorcha que me ha guiado por entre la negra ceguera hasta toparme con estas lineas. Ahora sólo pienso en esa antorcha y en lo que bajo su luz he visto. Pienso en las palabras que La Chica Corriente me dijo: "ejerzo la impudicia de sentirme diferente". Y al pensar no me sorprendo de la visita de La Chica Corriente. Yo la esperaba... yo la sabía. Ahora espero otras visitas que completen la irrealidad que imagino cada vez que escribo.

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