01 junio 2010

Microrrelatos eróticos

Ahí va una pequeña colección de microrrelatos eróticos con los que participé en un concursillo en ArtGerust.com. Aviso de antemano que a más de uno le pueden subir los colores (y quién sabe si los calores). El que avisa no es traidor.

1- *Fantasmas ebrios*

En la penumbra de esta habitación, tu cuerpo se me aparece como un fantasma; una extraña silueta con volumen a la que yo pongo cara: porque en el claroscuro de esta habitación placebo, de esta noche de vapores ebrios, soy capaz de distinguir tu rostro. Y si me das la espalda y te apoyas en la pared, si me miras de reojo y me ofreces más de este placebo, no dudo en seguirte el juego. Nuestras cuatro manos apoyadas sobre el gotelé dejarán la huella de esta batalla sin tregua. La propia pared dará fe de que aquí, en la penumbra de esta habitación tú y yo estuvimos juntos, nos contorsionamos y caimos derrotados sobre las sábanas húmedas. Incluso puede que algún vecino escandalizado por nuestros gemidos, me sirva de testigo cuando nadie me crea...

Pero al llegar la luz de la resaca que trae el sol en la mañana, la verdad me abofetea con un rostro cualquiera...
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2- *Habitación 308*

Allí estábamos en mitad de la calle. Devorándonos y empujándonos contra el escaparate de la tienda de animales ante las atónitas miradas de dos cachorrillos. El hecho de que estuvieras menstruando te importaba más a ti que a mí. Un par de muchachos que pasaban me jalearon con un “fóllatela”. Por eso te propuse ir al hotel:

Una vez en la suite y tras el sonrojo que pasamos en la recepción, ya nada pudo detener nuestra sed de sexo. Saboreé tus pezones, que ya había sentido duros en la calle; lamí tus pies y me rocé contra tu cuerpo. Solo tus bragas pusieron freno a mis ansias por penetrarte. Tú alimentabas mi libido mascullando deliciosas obscenidades en mi oído. Yo mientras, accedía a tus peticiones, y con mi mano sujetando con fuerza la tuya, que bombeaba firmemente agarrando mi pene, mirándote y excitándome más cuanto más te excitabas tú, me corrí sobre tu vientre y tus senos.
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3- *La esposa del mamporrero*

Era la primera vez que presenciaba una cubrición. Mis ojos iban a saltar de mi cara. Aureliano, por aquel entonces un total desconocido para mí, sujetaba entre sus manos aquel enorme... descomunal pene y lo guiaba hacia la paciente y expectante vagina de la yegua! Al principio todo aquello me pareció tremendamente grotesco. Un espectáculo dantesco, como se suele decir. Pero poco a poco, algo extraño se fue apoderando de mí. Primero, mis manos comenzaron a sudar y mi boca a salivar. Luego, tanto el calor como las humedades se fueron generalizando por todo mi cuerpo. El extraño trío, rodeado por un selecto público, se tornó en algo extravagantemente erótico para mí. Por un largo momento, los relinchos y bufidos de aquellos animales me produjeron tal excitación que, no contenta con el orgasmo que experimenté en el potrero, al llegar a casa tuve que masturbarme varias veces.

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4- *Descripción de una cara*

La cara: el primer anhelo. Sería más fácil escapar de un agujero negro que de una mirada de pobladas pestañas sedienta de placer... Y de ahí, deslizándonos por la pendiente de una nariz que roza con ternura, llegaríamos a los labios. Labios que despiertan a otros labios y que ocultan la libidinosa paradoja del sabor. Porque la lengua es, sin lugar a dudas, el organo del gusto: exploradora incansable de los deleites químicos y físicos.

La oreja, tobogán de las palabras, de sutilezas y pensamientos, en ocasiones se esconde tras arómaticas cortinas de fino hilo, y a veces se muestra descarada y ávida de aliento. Desde ella, los acantilados del cuello nos conducen a los hombros, sobre los que se puede descansar para volver a trepar a las orejas... Y así, al calor de unos ojos encendidos, los labios susurran al oído en lenguas secretas, y las lenguas se entremezclan en conversaciones de humedad.
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5- *El rey de la Tierra de Nadie*

Nada me importa que un ejército de mil hombres haya cabalgado sobre tus lomas doradas, porque tampoco envidio nada al agua que ha mojado tus prados y descendido tus barrancos. Sé también que el sol, a menudo ha osado besar las cumbres más altas de tu geografía, y sin embargo, al pensarlo sólo puedo sonreir. Y si mil han sido los jinetes que han recorrido tus campos, quizás dos mil sean las hadas que han bebido de tus manantiales. Aunque así fuera, no hay nada que pueda contener mi deseo; nada que pueda repeler mis instintos. Ahora, soy yo quien se hinca en esta montura; soy yo quien te riega y te siembra; yo, quien explora tus galerias, quien trepa a tus cumbres... Pero a pesar de todo, no ambiciono devastarte. Ni tan siquiera aspiro a conquistarte. Lo único que pretendo es, en este instante, clavar mi estandarte en tus entrañas y proclamar ante ti mi dicha sin pudor.
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6- *Loco por la música*

- Se me hace muy difícil explicarlo, doctor. Sin ella está bien... Consigo excitarme y alcanzo... bueno, usted ya sabe... Pero cuando pongo... “El Lago de los Cisnes” por ejemplo, es... Ha visto usted alguna vez una gota de sudor caer por un cuerpo...? como yo la puedo ver, quiero decir. Sin la música es hermosa, es sensual, pero al fin y al cabo una veleidad... pero con ella es una pequeña eternidad de lujuria. Me entiende? Y así con todo: el roce del pelo sobre la piel, la querencia de las uñas para con la carne, la mezcla de olores... Soy capaz de concentrarme en cada detalle por separado aunque todo sea una simultaneidad. Y lo mismo ocurre con mis sentidos: los disfruto por separado y los entremezclo según me plazca! Ya sé que parece una locura... je! Bueno, por eso he venido... Por cierto, doctor... le importaría apagar la música? -
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7- *Marta*

Como tantos otros sábados, Jaime y yo habíamos acabado en el “Sketch” en busca de un golpe de suerte (o de un milagro. Según se mire). Era igual que siempre: un par de divas por aquí, un grupito con el que pensabamos poder tener alguna posibilidad por allá y cien barriobajeras con sus trescientos navajeros correspondientes. De repente se me acercó un chico que me ofreció presentarme a su amiga...

No podía dar crédito a lo que oía y veía. Una chica atractiva me estaba diciendo que yo le parecía muy guapo, que le encantaba! Así que no pude rechazar su oferta de ir a la barra a tomar una cerveza con ella. Entonces, cuando fue a pagar, le dije que era mejor que cada uno pagara lo suyo, que yo no tendría para invitarla a otra ronda. - Ya me pagarás de otra manera, no? - dijo sonriente. Le devolví la sonrisa y di un largo trago a mi cerveza...
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Pues ya me dirán lo que les ha parecido... o no!! :) Besos a tutiplen!

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