Condenado a una cena
Necesariamente fría,
Me siento a una mesa
De viandas podridas.
Me imponen como entrante,
Azules, legañosos,
En su vítreo jugo
Con coágulos de sangre,
Unos ojos vidriosos
Que he de comer crudos.
¡Vianda repugnante!
¡Refrigerio infecto
Que trago con arcadas!
¡Manjar desagradable!
¡Agrio y fatal veneno
Que quema mis entrañas!
Cubierto de moscas
Llega el primer plato:
Una lengua falaz
En bandeja barroca;
Órgano putrefacto
Que vicia la verdad.
Volando hasta sus nidos,
Las moscas, excitadas,
Zumbando su alegría,
Se meten en mis oídos
Y con formas de larva
Alumbran sus mentiras.
Afectados de extrañas
Enfermedades venéreas,
Testículos y falo
De un violador de hadas
Y otras criaturas etéreas,
Son mi segundo plato.
Cada vez que vomito
Me hacen tragar de nuevo
Lo que he regurgitado.
¡Cien veces infinito
Maldigo los desechos
Que a comer fui obligado!
La sangre aún caliente
De un corazón herido
Por amores traidores,
Rebosa en una fuente
Ahogando al mismo.
Tal es mi amargo postre.
Así acaba esta cena
De suplicios y vómitos:
Con el maltrecho amor,
Con el odio y la pena
De un corazón indómito
Enfermo de rencor.
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