23 marzo 2012

Nomeolvides

Una semana entre paredes. Si bien es cierto que he ido al supermercado y a cenar por ahí y esas cosas, también lo es que llevo una semana entre paredes. No está mal cuando la luz entra por la ventana. Además ahora los días son más largos. ¡Por cierto! ¡¿Cuándo se cambia la hora?! Y hablando de la hora y las horas... una semana son ciento sesenta y ocho horas. No parece tanto. Da igual que haya salido un poco, porque cuando salgo mi mente sigue entre estas paredes. Una semana entre paredes no es tanto. Tengo comida, internet y a ratos hasta compañía. Sólo me falta una cosa. Pero esa cosa no la he tenido nunca, así que, ¿cómo puedo echarla de menos? La he tenido cerca... eso sí. La he olido, tocado, mirado, escuchado, pero no la he tenido. Y tampoco quiero tenerla porque no es mía. No es mía ni es de nadie. De cualquier modo, esa cosa no está aquí ahora. No está. Así que me paso una semana entre paredes esperando. Pero no espero nada. Sólo espero. Si quisiera, podría bajar al jardín a plantar unas flores. Pero no quiero. No esta semana.

“Nomeolvides”. Curioso nombre para una flor. No me olvides. Y aquí estoy, arrojado una semana entre paredes. Paredes de olvido que me recuerdan cierta cosa que me falta, que he olido, tocado, mirado, escuchado, que no he tenido y que espero. Pero no desespero. Tengo un llavero de “pitufo filósofo”, tengo comida e internet. Lavo la ropa, veo una serie... y así paso una semana entre paredes. Aunque anoche haya ido a cenar a un sitio pijo y esta noche me tome un refresco con unos amigos, yo no he salido de esta casa esta semana. ¡¡¿Y qué importa si es viernes y quedan aún dos días?!! Yo no he salido esta semana. Aunque mañana vaya a trabajar y después a una fiesta, me habré pasado la semana entre estas paredes. Podría salir al jardín y plantar unas flores: nomeolvides. Pero esta semana no quiero. Y tengo las semillas... pero no quiero plantar nomeolvides.

Una semana entre paredes. Se me hace corta cuando se acerca a su fin, y sin embargo son ciento sesenta y ocho horas. Horas que se alargan y se encogen a su antojo. ¡Qué semana tan larga que se acerca a su fin y se acorta! Parece que fue ayer que comenzó, pero en realidad ya hace varios días. Estoy esperando una cosa que no espero. “¡Qué raro!” pueden pensar algunos. Y con toda la razón lo piensan. Esperar por esperar parece no tener sentido. Pero esperar por una cosa... eso tal vez lo tenga. De todas maneras lo importante no es la espera. Lo importante es la cosa, que cuando llegue seguirá sin llegar y por eso la espero. Para tocarla, olerla, mirarla, escucharla y no tenerla. Para verla pasar de largo. Para deleitarme una semana fuera, sin estar entre paredes. Entonces y sólo entonces dejaré de pasar esta semana entre paredes. Y tal vez, si el tiempo me lo permite, plante nomeolvides en el jardín.

2 comentarios:

Evey Lassal dijo...

Me gusta tu cabecita por dentro ^.^


Un besote!!

Miguel Ángel Trujillo González dijo...

XDDDD Esta un poco grillada!!!! hihihihihihi