Ahora
sabemos que aquello a lo que llamamos vida no es más que una mera
casualidad en un inmenso caos de casualidades, un estado transitorio
de la materia durante el cual ésta adquiere características
orgánicas. Nada más. Por eso, volviendo la vista millones de años
atrás, cuando lo orgánico y lo inorgánico aún no se habían
combinado, resulta increíble que la humanoidad fuese
puramente orgánica. No existía la vida mixta y por lo tanto,
nosotros los tecnorganismos tampoco. Las cosas han cambiado
mucho desde que, en planetas como La Tierra, Pliridio o
Murguro, los primeros y más rudimentarios tecnorganismos
salieran de quirófanos de hospital con sus marcapasos recién
instalados. Aquellos humanoides estaban aún por descubrir la
nanotecnología y la biotecnología. En aquel tiempo se creía que
los productos que ellos mismos creaban, tales como sus casas, sus
vehículos o sus bolsas de plástico no formaban parte de la
naturaleza. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, y sin
embargo todavía seguimos cartografiando los, hasta hoy, trece
universos conocidos; sus galaxias y estrellas; sus sistemas
planetarios y su geografía; sus satélites e infinidad de rutas
interplanetarias e interestelares. Los científicos continúan
descubriendo especies y creando nuevos taxones. Siete de las especies
humanoides existentes ya nos hemos encontrado y mezclado, pero
todavía seguimos buscando otras. Doce especies inteligentes nos
hemos conocido a lo largo y ancho de los universos, pero no dudamos
de que pueda haber más. Muchas cosas han cambiado desde aquellos
primeros proto-tecnorganismos, pero
no la ciencia y su incansable búsqueda de respuestas, caminos y
soluciones. Ahora bien, siendo así, tampoco hemos conseguido
erradicar la guerra de la naturaleza humanoide.
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