Un
tornillo al que abrazar. Sólo eso deseaba la tuerca. Cada día y
cada noche se vestía con sus más hermosos trajes de reflejos y
destellos. Ahora de sol, ahora de luna y estrellas, la tuerca no
cejaba en su empeño de brillar. Un tornillo al que abrazar y que
llenara aquella espiral de vacío que la angustiaba. No era mucho
pedir... Plateada y hexagonal, con sus suaves lados vestidos de luz,
esperaba la tuerca a la herrumbre.
El pequeño
bote marrón conservaba en su interior el olor dulce y algunos restos
olvidados del cacao que una vez lo llenara por completo. Restos
desechados que un dedo no atinó a rebañar. El olor dulce de un
recuerdo. El pequeño bote marrón echaba de menos el calor de unos
labios, la promesa de un beso que levemente licuara el cacao que le
quedaba y se llevara para siempre aquel dolor; aquel olor.
A la
piedra partida le dolían las aristas por las noches. Recordaba su
forma esferoide y sentía en el aire el miembro fantasma del
mutilado. Antaño se había cubierto de blanquecino mineral,
sonriendo despreocupada a los embates del tiempo y las olas bajo el
cielo. Ahora, dos lados planos que confluían en ángulo recto,
dejaban expuesto su negro interior. La piedra partida pasaba los días
evocando redondeces de juventud. La noche cristalizaba su melancolía.
Ni gas ni
chispa le quedaba al mechero gastado; sólo la memoria del humo y del
fuego. En su carcasa blanca, escrito con letras rojas se podía leer:
“VIVIR AL MÁXIMO”. Al pensar en ello sonreía. Fueron
innumerables las juergas, siempre dando lumbre hasta la
incandescencia. Pero aquella llama se había extinguido para siempre
y los amigos se esfumaron tras el humo. Para el mechero gastado los
inviernos eran fríos; los veranos añoranzas.
La botella
de agua vacía se secó por darlo todo. Cada buche por calmar sedes
ajenas. En cada gota de agua una parte de ella. Por ser transparente
como era, algunos se aprovecharon, y de aguadora pasó a sedienta.
Por eso, cuando llovía lloraba. Mucho tiempo probó a llenarse con
güisqui, pero las resacas la dejaban más seca y más vacía. Y fue
así que un buen día decidió llenarse otra vez de agua hasta
rebosar. Y fue así que se secó de nuevo.
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